10° Parte Del Legado de las Sombras Ardientes: El Despertar del Huevo Estelar

Capítulo 1: El Latido del Vacío
La gota de sangre lunar robada por la figura enmascarada germinó en un huevo estelar bajo el desierto entre mundos. Su pulsar resonó en todas las realidades: en Valeria, los niños escamosos colapsaron con hemorragias de luz; en el mundo sin Dragonantes, las flores de cristal se convirtieron en veneno. Nyxira, sintiendo el dolor de Eryon (cuyo cuerpo reflejante se desgarraba), viajó al lugar donde yacía el huevo. Allí, la enmascarada se reveló: era Veyra, la líder de los Hijos de la Grieta, ahora con piel de constelaciones. «Astragha no es una prisionera… es una diosa que eligió el encierro para no destruirnos», confesó, antes de ser consumida por el primer latido del huevo.
Capítulo 2: El Legado de los Cristales Venenosos
Las flores de cristal, ahora tóxicas, infestaron Valeria. Los sobrevivientes se refugiaron en el palacio de Nyxira, pero incluso allí, los muros sudaban gotas de oro letal. Eryon, usando su conexión reflejante, absorbió el veneno para purificarlo, pero cada dosis lo acercaba a convertirse en un espejo viviente. Mientras, el niño del mundo sin Dragonantes (llamado Tyr), cuyo dibujo del sol negro cobró vida, lideró una peregrinación hacia la grieta lunar. «El huevo debe romperse desde dentro», declaró, aunque sus seguidores comenzaron a desaparecer, fusionados con la arena.
Capítulo 3: El Juicio de Astragha
El huevo estelar eclosionó, liberando a Astragha en su forma verdadera: un dragón de infinitas cabezas, cada una representando un ciclo fallido. Su rugido desgarró el cielo de ambos mundos, creando un vórtice donde los recuerdos de los muertos se materializaban como espectros combativos. Nyxira, con sus alas teñidas de oro y hielo, confrontó a la matriarca, pero su ataque fue inútil. Hasta que Eryon, casi totalmente transformado en espejo, reflejó el rostro de Lumina en su superficie. Astragha se detuvo: «Tú… la que eligió romperse antes de doblegarse».
Capítulo 4: La Fusión de los Reflejos
Tyr llegó al corazón del vórtice, donde el dibujo del sol negro se fusionó con su cuerpo. Convocó a los espectros de Clara, Lys y Karyon, formando un ejército de almas para atacar a Astragha. Mientras, Eryon, al borde de la no-existencia, propuso un plan: usar su cuerpo como prisma para concentrar la luz lunar y perforar el núcleo de la matriarca. Nyxira se negó, pero Veyra (reencarnada como sombra estelar) intervino: «El sacrificio no es tuyo… es de todos». Al unisonar sus llantos, el hielo de Nyxira y los reflejos de Eryon crearon una lanza de tiempo puro.
Capítulo 5: El Canto de los Eternos Fragmentados
En el clímax, Tyr se clavó la lanza de tiempo en el pecho, canalizando las almas del ejército espectral hacia Astragha. La matriarca, herida, comenzó a devorar su propia esencia, creando un bucle de autodestrucción. Nyxira, con lágrimas negras, abrazó a Eryon mientras su cuerpo de espejo se desintegraba: «Nos veremos en los reflejos que quedan», le prometió. Con un último aliento, Eryon susurró una canción del Alba Primigenia, sellando a Astragha en un nuevo huevo… hecho de astillas de su propio ser.
Epílogo: Los Jardines del Tiempo Cicatrizado
Una década después, el mundo sin Dragonantes y Valeria coexistían como capas superpuestas, visibles solo en ciertos amaneceres. Nyxira, ahora una leyenda que vagaba entre los reflejos, sembraba jardines con las flores de cristal purificadas. Tyr, cicatrizado por el sol negro, gobernaba como un líder místico, escuchando los susurros de Clara en el viento. El huevo de Astragha, custodiado por espectros leales, brillaba en el centro de un lago de lágrimas congeladas.
Pero en los bordes de la realidad fusionada, donde el tiempo se doblaba como papel, una figura familiar emergía de un espejo roto: Eryon, reconstruido por los cantos residuales del Alba, pero sin recuerdos. Y en su mano, sostenía una flor de cristal… que latía como un corazón.
Mientras, desde el huevo custodiado, una risa resonaba: «Los jardines más bellos crecen sobre tumbas… y aquí hay miles».

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