6° Parte Del Legado de las Sombras Ardientes: El Retorno de los Dragonantes Eternos

Capítulo 1: El Canto del Niño Escamado
El niño de escamas doradas, llamado Lys, vagaba por los corales de tiempo estable, su voz despertando ecos del Alba Primigenia. Cada nota hacía florecer visiones de eras olvidadas, revelando grietas en la realidad. Lumina, mientras negociaba con los líderes de Valeria, sintió su conexión con Lys: su sangre compartía el mismo veneno y cura. En las sombras, un cultista con máscara de hielo observaba. Petunia, desde su forma espectral, advirtió a Clara: «Los corales no son un final… son un puente». Esa noche, Lys fue secuestrado, y en su lugar quedó una runa glacial: el símbolo de los Dragonantes.
Capítulo 2: Las Lágrimas del Norte
La figura del norte, autoproclamada Nixhal, Voz de los Eternos, talló un portal en el hielo con la sangre de Lys. Los glaciares se derritieron en segundos, liberando a los primeros Dragonantes durmientes: seres de piel translúcida y ojos sin párpados. Petunia, al sentir la vibración en el último árbol temporal, usó su obsidiana residual para infiltrarse en la mente de Nixhal. Descubrió que los Dragonantes planeaban fusionar todos los ciclos en uno, borrando la humanidad. Pero el precio fue alto: su espectro comenzó a desvanecerse en el viento.
Capítulo 3: El Juego de Clara
Clara, tras rastrear a Lys, encontró un mercado negro bajo Valeria, donde vendían «tiempo líquido» extraído de los corales. Allí, enfrentó a su pasado: un antiguo discípulo del culto, ahora un mercader con manos de arena. «Tú los creaste», le espetó, mostrando una celda con niños escamosos. Lys no estaba entre ellos, pero uno susurró: «Busca en el teatro de sombras rotas». Al regresar, Clara halló a Lumina en trance, sus ojos reptilianos reflejando a Nixhal. ¿Era una invasión… o una invitación?
Capítulo 4: El Teatro de las Sombras Rotas
Lumina, poseída por la esencia de Nixhal, viajó al desierto de espejos rotos, donde el tiempo se quebraba en fragmentos. Aldo, como un espejismo, la guió: «El niño es tu espejo, pero también tu martillo». En el oasis, Lys yacía encadenado a un altar de hielo, su canto distorsionando el espacio. Petunia, con sus últimas fuerzas, rompió el hechizo de posesión, revelando la verdad: Lys era un fragmento del Alma Primigenia, creado sin querer por Aldo al devorar a Nadia. Para salvarle, Lumina debía fundir su sangre con la del niño… y despertar como Dragonante.
Capítulo 5: La Danza de los Espejos Fundidos
Los Dragonantes Eternos cruzaron el portal, sus alas de hielo arrasando Valeria. Clara lideró la resistencia usando los corales como armas, pero cada explosión aceleraba su envejecimiento. Lumina, tras fusionarse con Lys, emergió con escamas de oro y obsidiana, capaz de manipular los espejos rotos como portales. En un acto final, Petunia canalizó su corazón de magma en el árbol temporal, incinerando a Nixhal. Los Dragonantes retrocedieron, pero no antes de gritar: «Esto es solo el preludio del Eclipse Eterno».
Epílogo: Las Semillas del Eclipse
Un mes después, Valeria yacía semidestruida, pero viva. Lys, ahora con cicatrices de hielo, gobernaba junto a Lumina, cuyo cuerpo mostraba rasgos draconianos irreversibles. Clara, convertida en una anciana tras el combate, se exilió al norte para vigilar el portal congelado. En los sueños de los niños escamosos, Aldo aparecía como una constelación, cantando versos del Alba Primigenia. Y en el corazón de los corales, una nueva semilla germinaba: negra, vibrante, y con latidos de tres tonos.
Mientras, en el teatro de sombras rotas, una sombra con corona de hielo susurraba: «El Eclipse se alimenta de elecciones… y tú, Lumina, ya elegiste».

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