8° Parte Del Legado de las Sombras Ardientes: El Legado de los Espejos Quebrados

Capítulo 1: El Llanto del Huevo de Hielo
El fruto del árbol de sombras eclosionó bajo una luna sin luz, liberando a una criatura con alas de hielo y voz humana: Nyxira, cuyo llanto congelaba los recuerdos. Lumina, sintiendo su conexión con la criatura, intentó criarla en secreto, pero su esencia draconiana despertó instintos ancestrales. Mientras, en las ruinas de Valeria, un nuevo culto surgió: los Devoradores del Eclipse, que adoraban a Nyxira como su «Diosa del Vacío». Clara, desde su prisión de hielo, envió visiones a Lys (ahora atrapado en el vacío entre ciclos): «Ella no es un monstruo… es un espejo roto de ti».
Capítulo 2: La Traición de los Eclipsados
Los Eclipsados, humanos transformados por el hielo negro del portal norte, asaltaron el palacio de cristal de Lumina. Entre ellos estaba Kael, ahora con el cuerpo compuesto de arena temporal, quien reveló que Nyxira podía abrir portales a voluntad. En la batalla, Lumina usó sus espejos para reflejar sus propios miedos, pero uno de los reflejos mostró a Aldo en su forma humana, intacto. La distracción casi le cuesta la vida a Nyxira, cuya sangre al congelarse creó un puente hacia el teatro de sombras rotas. Allí, Lys apareció como un fantasma de luz, susurrando: «Ella es el precio que pagamos por interferir… pero también la redención».
Capítulo 3: El Juicio de los Mártires
Clara, cuya estatua comenzó a derretirse, logró comunicarse con los niños escamosos. Uno de ellos, Arlan, heredó sus recuerdos al beber agua del portal norte, y lideró una rebelión contra los Devoradores del Eclipse. Mientras, Lys (cuyo espíritu se fusionaba con el vacío) descubrió que Nyxira era un recipiente: su cuerpo albergaba el alma fracturada de Nadia, purgada de su corrupción. Pero el culto, usando fragmentos robados del Alba Primigenia, intentó transferir la esencia de Nixhal a la criatura. Lumina, al enfrentarlos, tuvo que elegir entre matar a Nyxira o permitir que el Eclipse se completara.
Capítulo 4: El Pacto de las Lágrimas Negras
Nyxira, en un acto de voluntad, se entregó al culto para salvar a Lumina. En el altar de hielo negro, su llanto se convirtió en un canto que resonó en todos los ciclos. Los Dragonantes Eternos emergieron de las grietas, pero no para conquistar: su piel translúcida mostraba horror. Nixhal, ahora una entidad hecha de tiempo congelado, reveló la verdad: «El Eclipse no es nuestro triunfo… es nuestra condena. Solo la niña puede liberarnos». Lys, aprovechando la distracción, se sacrificó para sellar el pacto: su espíritu se entrelazó con Nyxira, otorgándole el poder de controlar el hielo sin corromperse.
Capítulo 5: La Fragmentación del Amanecer
El Eclipse alcanzó su cénit: el sol negro devoró el cielo, y los sobrevivientes se refugiaron en los espejos rotos de Lumina. Ella, consumida por su lado draconiano, intentó devorar el corazón del árbol de sombras, pero Nyxira la detuvo con un grito que resquebrajó su armadura de cristal. En el clímax, Clara (cuya estatua se desintegró para liberar su última chispa de vida) usó el Alba Primigenia para tejer un nuevo ciclo, pero el precio fue su existencia completa. Lumina, al ver a Nyxira llorar sobre los restos de Lys, hizo lo impensable: se estrelló contra los espejos, fracturando su propio cuerpo para que la niña escapara al «mundo sin Dragonantes».
Epílogo: Las Sombras de un Ciclo Inacabado
Un siglo después, Nyxira gobernaba un Valeria reconstruido, sus alas de hielo ahora transparentes como el cristal. Los niños escamosos, libres de la maldición, la llamaban «La Madre de los Espejos». Lumina, reducida a fragmentos conscientes atrapados en los reflejos, solo podía observar. En el norte, el portal congelado de Clara brillaba con runas desconocidas, y en el mercado negro, un hombre con ojos de arena vendía «recuerdos robados» del Eclipse.
Pero en el mundo sin Dragonantes, donde Nyxira envió su esencia más pura, una figura con rasgos de Aldo y Lys caminaba por un desierto de relojes intactos. Al mirar al cielo, vio una luna negra con grietas doradas… y sonrió.
Y en el corazón del árbol de sombras, ahora marchito, el susurro de Nixhal persistía: «Los espejos rotos siempre guardan secretos… y yo guardo el tuyo, Lumina».

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