
África se me presentaba inconmensurable, un mapa de sonidos, luz y color impresionante que me susurraba al oído, “ven”. Sin duda la gran desconocida iba a grabárseme en la memoria para siempre.
Después de un año tan intenso este viaje me vino muy bien para desconectar. Para reflexionar sobre mi vida necesitaba esto, otro prisma por el que sentirme a mí misma, decirme que todavía estaba viva aunque ya con mi edad, no pudiera tener hijos. Aquí en el último y más recóndito lugar del mundo, tomé conciencia de mi realidad, que no era otra que la de seguir con ella, con mi vida, por muy sola que me sintiera a veces. Solo quería sentir esa inmensa tierra que me estaba llenando el alma de vivencias, luz, color, aromas, empaparme de ella, de su fragancia, de su humedad, de su calor, de sus gentes, tan sencillas y a su vez generosas, que lo daban todo, sin tener nada.
Me uní a una asociación y por medio de ella, contacté con el orfanato. Solo la vivencia con los niños me sumergió en un torrente de vida, tan sin igual a lo anteriormente conocido que el tiempo de mi estancia se me fue volando asistiendo a los niños como una cuidadora más. Cuidar de los pequeños era lo que siempre me había llenado, aunque en esta ocasión no tenía comparación a mi estancia en Sevilla, en guarderías, o de canguro, en casa de alguna que otra familia, mientras me preparaba las oposiciones, y mucho menos se podía comparar con los últimos casi 20 años que me había pasado en la consulta de un médico, como recepcionista. Aquí, en el orfanato me sentía plena y os mentiría si no afirmase que podría quedarme toda la vida aquí con ellos, con los niños de África.
No os diré que regresé a Sevilla, porque vivo en Úbeda, no os diré que adopté un niño, porque es dificilísimo; si no podía tener a mis tres gatitos y tuve que renunciar a dos ¿Cómo podría sostener económicamente y físicamente con mis múltiples dolores, a un niño? Eso es un sueño, mi sueño, y no os diré que se cumplió, porque no.
Los sueños son eso, sueños y África…, otro sueño en el que me veo rodeada de pequeños entre los que reparto mi amor de madre entre hijos abandonados a una suerte incierta.