
Un día, el famoso Circo del Sol llegó a Emotilandia. Era un espectáculo mágico lleno de acróbatas, malabaristas, payasos y artistas que parecían desafiar las leyes de la gravedad. Todos en el pueblo estaban emocionados, pero Lía estaba especialmente intrigada. Había escuchado que el Circo del Sol no solo era un show, sino un lugar donde las emociones cobraban vida de maneras increíbles.
Cori, su fiel Emotí, brillaba con un tono dorado, una mezcla de curiosidad y emoción. Lía decidió que quería ser parte de ese mundo, aunque solo fuera por un día. Con el diario de Emotíus en mano, se acercó al circo y conoció a la directora, una mujer llamada Solana, cuyo Emotí era un arcoíris que cambiaba de color constantemente.
—¿Qué te trae por aquí, pequeña? —preguntó Solana con una sonrisa cálida.
—Quiero aprender más sobre las emociones —respondió Lía—. He escuchado que aquí las emociones se convierten en arte.
Solana asintió y le permitió quedarse. —El circo es un lugar donde las emociones se sienten con intensidad. Aquí, la alegría, el miedo, la tristeza y la valentía se mezclan para crear algo hermoso. Pero debes estar preparada para enfrentar todas tus emociones, incluso las más difíciles.
Lía aceptó el desafío. Su primera tarea fue ayudar a un trapecista llamado Marco, cuyo Emotí, llamado Viento, a menudo se volvía gris por el miedo a caer. Lía observó cómo Marco practicaba y notó que cada vez que subía al trapecio, Viento temblaba. Usando lo que había aprendido con Emotíus, Lía le sugirió a Marco que escribiera en un diario cómo se sentía antes de cada actuación.
—El miedo no es malo —le dijo Lía—. Solo te está diciendo que debes tener cuidado. Pero si lo escuchas y lo comprendes, puedes usarlo para ser más fuerte.
Marco siguió su consejo y, poco a poco, Viento comenzó a brillar con un tono plateado, una mezcla de miedo y valentía. Marco se convirtió en uno de los trapecistas más audaces del circo, y Lía se sintió orgullosa de haberlo ayudado.
Luego, conoció a una payasa llamada Brisa, cuyo Emotí, llamado Risita, siempre estaba rojo de risa. Brisa era la alegría del circo, pero un día, Lía notó que Risita se volvió de un rojo oscuro, casi marrón. Brisa confesó que a veces se sentía triste, pero creía que no podía mostrarlo porque su trabajo era hacer reír a los demás.
—Las emociones no siempre tienen que ser felices —le dijo Lía—. Es importante sentir todo, incluso la tristeza. Si la escondes, nunca podrás superarla.
Brisa decidió mostrar su lado más vulnerable en su siguiente actuación. En lugar de solo hacer reír, compartió una historia triste pero conmovedora. El público lloró, pero al final, todos aplaudieron de pie. Risita brilló con un nuevo color: un rosa suave, que representaba la aceptación y la autenticidad.
Finalmente, Lía conoció a un mago llamado Orion, cuyo Emotí, llamado Misterio, siempre estaba en tonos de púrpura. Orion era misterioso y reservado, y Misterio reflejaba su confusión interna. Lía le preguntó qué lo hacía sentir tan confundido, y Orion admitió que no sabía quién era realmente fuera de su papel en el circo.
—A veces, nuestras emociones nos confunden porque no nos conocemos lo suficiente —dijo Lía—. Tal vez deberías explorar quién eres cuando no estás siendo el mago.
Orion siguió su consejo y comenzó a probar cosas nuevas fuera del circo. Pintó, bailó e incluso aprendió a cocinar. Misterio comenzó a brillar con un tono violeta claro, una mezcla de curiosidad y autodescubrimiento.
Al final de su tiempo en el circo, Lía se dio cuenta de que había aprendido tanto como había enseñado. Cori, su Emotí, ahora brillaba con un nuevo color: un dorado intenso, que representaba la sabiduría y la conexión con los demás.
Solana se acercó a Lía y le dijo:
—Has hecho un trabajo increíble aquí. Las emociones son el corazón de nuestro circo, y tú has ayudado a todos a entenderlas mejor. ¿Te gustaría quedarte y ser nuestra guía emocional oficial?
Lía sonrió, pero sacudió la cabeza.
—Gracias, pero mi lugar está en Emotilandia. Allí es donde puedo seguir aprendiendo y ayudando a otros a entender sus emociones. Pero prometo visitar el circo siempre que pueda.
Y así, Lía regresó a Emotilandia con Cori, llevando consigo las lecciones que había aprendido en el Circo del Sol. Sabía que las emociones, como los colores del arcoíris, eran infinitas y siempre estaban cambiando. Pero con amor, comprensión y un poco de valentía, todos podían aprender a vivir en armonía con ellas.
Y colorín colorado, este nuevo capítulo ha terminado, pero la magia de las emociones sigue viva en cada corazón. 🌟🎪
👌👌👏👏🙂
Me encanta, Elena.
Qué bonito Elena,me ha gustado mucho
Muchas gracias 😘