
Bajo el cielo gris, la cigarra canta,
su voz es un hilo que el viento levanta.
La tormenta ruge, el trueno resuena,
pero ella persiste, su alma serena.
Las gotas golpean, el mundo se enciende,
la tierra respira, el tiempo se suspende.
Entre relámpagos, su canto no calla,
es un himno eterno, la vida es su malla.
¿Qué sabe la cigarra de miedos y fríos?
Ella canta al instante, a los breves desvíos.
No teme a la lluvia, ni al viento que azota,
su canción es un fuego que el mundo alborota.
Y en medio del caos, del agua que cae,
la cigarra nos muestra lo bello que es traer
un canto a los labios, un verso al existir,
porque vivir es eso: sentir y reír.
La tormenta se aleja, el sol vuelve a asomar,
y la cigarra sigue, sin dejar de cantar.
Nos dice en silencio, con su voz fugaz,
que vivir es un arte, un dulce compás.
Así, como ella, en la tempestad,
encontremos la luz, la felicidad.
Porque en cada latido, en cada respirar,
está el don más hermoso: el don de volar.