Como el Fuego en la Fragua

El amor de Dios es como el sol al alba,
que rompe la noche con ternura clara,
pero más profundo, como el hierro al rojo,
cuando en la fragua arde, sufriendo su antojo.

Él, como herrero, con manos de fuego,
no golpeó el yunque por miedo o por juego,
sino que en su horno de amor abrasado,
forjó nuestra alma con su lado herido.

La Cruz fue el crisol donde el metal gritó,
donde el pecado, como escoria, ardió.
No fue el madero lo que lo sostuvo,
sino su amor, que nunca se rindió.

Como el oro puro que al fuego se entrega,
para ser más limpio y brillar con pureza,
así Cristo, en llamas de dolor y gracia,
nos redimió en el horno de su agonía.

Y ahora su amor, como brasa encendida,
no quema con ira, sino que da vida.
Es fragua que sana, es fuego que abraza,
que en medio del dolor, nos funde en su gracia.

¡Gloria al que en la Cruz, como hierro ardiente,
forjó con su sangre un pueblo obediente!

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