Frágil Fortaleza

No son castillos, son andamios
los que alzamos con palabras nuevas.
En tu pupila mi reflejo prueba
el suelo firme de los cimientos lentos.
Confesiones sueltas, migas de silencio,
tejemos un refugio sin ventanas aún,
donde el miedo antiguo se desviste
y baila descalzo sobre baldosas frías.

Promesas lanzadas al aire quieto,
semillas sin garantía de abril.
Jurarse futuros en presente imperfecto:
«¿Soportará el tejado la primera tempestad?»
Construimos mañana con barro de hoy,
planos que el viento quizás borrará.

Luego, la piel descifra otro idioma,
geografía sin mapas, río sin orillas.
Sudor que escribe en el lienzo oscuro
un alfabeto de gemidos y respiros.
Somos animales que inventan dioses
en el altar efímero de las sábanas blancas.

Y en el reposo, cuando el cuerpo cede,
surge la sombra furtiva en la penumbra:
¿Será este nudo sólo un hilo débil?
¿Resistirá la sal la marea del hastío?
Preguntas que anidan en el hueco del cuello,
mientras tus dedos trazan puentes en mi espalda.

Es este amor un árbol recién plantado:
raíces tiernas bajo cielo incierto.
No pide certezas, sólo terreno franco,
y regar con paciencia la duda compartida.
Porque su fuerza nace, paradójica,
de la fragilidad que abrazamos juntos:
aprendiendo a amar sin red, en vilo,
en el vértigo dulce de lo que podría ser.

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