Sábado

Hacía tanto frío en la ausencia,
un invierno de gestos guardados,
palabras que, sin tu presencia,
se volvieron ecos olvidados.

Pero hoy, sábado, la puerta gira,
y en el marco, tu forma conocida.
Algo en el pecho se desenreda y suspira,
¡es la vida, otra vez, en llamarada encendida!

No es solo el rostro que el tiempo marcó,
es la corriente que fluye, antigua y nueva.
Un solo instante y todo volvió:
la confianza, el deseo, esa leve promesa
que bajo la piel, callada, esperó.

Y las manos, exploradoras lentas,
redescubren la geografía amada.
Cada caricia, promesa violenta,
un territorio que el tacto reclama.
Tu boca, puerto donde mi boca navega,
naufragio dulce que el alma no niega.
Suspiros, palabras que el aliento apaga,
ritual antiguo que el cuerpo reivindica.

Bajo las sábanas, blanco lienzo,
los cuerpos, raíces que se entrelazan.
Sombras que bailan su fuego intenso,
un oleaje que nace y se abraza.
No hay ayer, no hay mañana, solo este instante:
cuerpo con cuerpo, latido constante,
semilla que estalla en calor y en grito,
fruto salvaje, eterno y bendito.

Así, sábado, de cenizas nos alzamos,
renace el amor en sudor y gemido.
Y en la piel que compartimos, comprendemos:
no hay olvido que mate este nido
de caricias y besos, este fuego sagrado
que encontró, entre sábanas, su domingo deseado.

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