
La noche tejía su red de murmullos,
tu mano exploraba mi mapa de sombras.
Fue un banquete lento de piel descubierta,
mordisco de luna en la nuca despierta.
Avanzó el ritual: jadeo y costura,
fronteras del tacto que ardían sin cura.
Mi cuerpo, ofrenda sobre el altar frágil,
esperó el relámpago… el golpe ágil.
Mas tu búsqueda erró en laberintos,
solo quiso umbrales, jamás los puntos
donde estalla el trueno, donde nace el río.
Te quedaste eterno en el «casi» mío.
La humedad gritaba, la cama era un puente…
¡y tú, navegante perdido en la fuente!
Jugaste al incendio con fósforo mojado,
dejando mi centro… clamor abandonado.
Ahora yace el eco de un grito sin forma,
la carne, bandera que nunca se iza.
Fue un festín de migas, un dios sin milagro:
me diste la lluvia… negaste el estrago.
Quedó la caricia como un monumento
a lo que pudo ser y no fue: lamento.
La noche, maestra en el arte del vuelo,
me enseñó a caer sin romper el suelo.
Excelente poema Elena. Abrazo enorme 🤗
Muchas gracias por comentar en este pequeño rincón de mi alma 🥰💖🤗🎶😘😘