
En el jardín, un banco de madera
es mi atalaya hacia lo Eterno.
Aquí me siento, pequeña y etérea,
en el regazo silvestre del otoño.
El viento susurra entre los olivos,
un mensaje antiguo, un dulce cantar;
y el agua que corre por limpios caminos
me invita contigo a dialogar.
Es el paraíso que hoy se revela,
un edén de quietud, gozo y calma.
Cada hoja que baila, cada abeja que vuela,
me habla de ti,me eleva el alma.
Escucho el lenguaje que no tiene idioma,
el que nace del trino y de la fuente.
Mi corazón se serena, se asoma
a un presente de gracia permanente.
Sí, Señor, voy a tu encuentro. Permanezco
atenta a los pájaros, a su vuelo inspirador.
Mi espíritu se abraza a lo que ofreces,
y en este silencio…late tu amor.
Que todo mi ser, en sintonía,
sea un eco fiel de tu creación.
En medio de tanta harmonía,
¡aquí te encuentro, en plena comunión!