
En el cielo nació la guerra
cuando el dragón se alzó en la tierra,
mas tú, Miguel, de armadura dorada,
defendiste la causa sagrada.
Con tu espada de divino acero,
derrotaste al mal severo;
al dragón de orgullo y mentira,
lo venciste con fuerza y con ira.
Eres príncipe de las alturas,
guardia fiel de las criaturas;
protector de la Iglesia santa,
que en la batalla nunca se quebranta.
Con tu escudo de fe y victoria,
nos resguardas en la memoria
de que el bien, con valor y anhelo,
siempre triunfa con ayuda del cielo.
Hoy te invocan los fieles cantando,
tu nombre santo por doquier va volando:
“¡Miguel Arcángel, no nos dejes caer,
y al enemigo hazlo retroceder!”
29 de septiembre, día de tu festividad,
en tu honor, Miguel, con humildad,
que tu luz nos guíe con fidelidad
y en nuestro corazón reine la paz y la verdad.