Amor que es complicidad profunda,
risa cómplice en la almohada,
juego libre donde no hay fronteras,
solo piel que canta bajo la luna.
Amor que es caricia lenta y sabia,
beso que recorre cada historia escrita en el cuerpo,
mimo que deshace nudos del alma,
y un masaje en los pies que es pura poesía.
Amor que ríe en las sábanas revueltas,
que se desliza como río de miel,
que inventa mundos en la cama despierta,
goce sin prisa, sin reloj, sin ayer.
No es pecado si nace del alma,
si dos cuerpos se entregan sin miedo,
si el placer es altar y no sombra,
si en cada abrazo brilla lo eterno.
Dios es amor, puro y sin grietas,
no condena la dicha que Él mismo sembró.
El gozo compartido, en camas secretas,
es semilla divina que hizo florecer.
Gocémoslo sin culpa, sin velos,
que el amor verdadero es santo y profundo.
En cada gemido, en todos tus anhelos,
late el pulso sagrado… del mundo.