
Había una vez, en una ciudad donde el sol se acostaba pintando el cielo de naranja y los naranjos perfumaban las calles, un día muy especial. Sevilla, mi Sevilla, se llenó de colores, de risas y de música. Era como si el aire mismo hubiera decidido ponerse un traje de luces. Mi mamá me dijo: «Hoy, pequeña, el Circo del Sol ha llegado a nuestra ciudad». Yo no sabía muy bien qué era eso, pero sonaba a magia, a algo que no podía perderme.
Desde mi ventana, veía cómo las carpas se levantaban como gigantes dormidos que despertaban poco a poco. Los hombres y mujeres que trabajaban allí parecían personajes salidos de un cuento. Uno de ellos, alto y delgado, con un sombrero que tocaba las nubes, caminaba sobre zancos y saludaba a todos con una sonrisa que brillaba más que las estrellas. Otro, con el pelo rojo como el fuego, llevaba un vestido que parecía hecho de mil pedacitos de espejo. Cada vez que se movía, la luz bailaba a su alrededor.
Mi hermano mayor, que siempre sabe todo, me dijo que el Circo del Sol era un lugar donde los sueños cobraban vida. Yo no entendía muy bien qué quería decir, pero cuando entramos por primera vez bajo aquella carpa enorme, lo supe. Era como si el mundo se hubiera vuelto al revés. Los acróbatas volaban por el aire como pájaros, y las mujeres colgaban de telas que parecían hechas de rayos de luna. Los payasos no hacían reír con chistes, sino con sus miradas y sus movimientos, como si fueran duendes traviesos que jugaban con nuestros corazones.
Pero lo que más me gustó fue una mujer que bailaba dentro de un aro gigante. Ella era como un hada, con un vestido que parecía hecho de estrellas. Giró y giró, y el aro la rodeaba como si fuera un círculo mágico. Yo me quedé mirándola, sin poder respirar, hasta que mi mamá me dijo: «Mira, pequeña, eso es lo que pasa cuando crees en los sueños».
Cuando salimos del circo, la noche estaba llena de estrellas, y yo me sentí diferente. Como si algo dentro de mí hubiera cambiado. Mi hermano me dijo que eso era normal, que el Circo del Sol te dejaba con ganas de volar. Yo no sé si volaré algún día, pero sé que esa noche, mientras caminábamos de regreso a casa, miré al cielo y vi que las estrellas bailaban, igual que la mujer del aro. Y supe que, en algún lugar, la magia seguía viva.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero la magia del Circo del Sol, en Sevilla, nunca la olvidaré.
Yo aun , no lo he visto, que suerte
Muchas gracias por comentar en este pequeño rincón de mi alma 🌈🧚♂️🥰🤗🌹😘😘