
Nuestro coche surca la bruma encendida,
las Rías Altas tiemblan de luz dorada.
Inma, cómplice, risa compartida,
rumbo a la tierra añorada.
La carretera serpentea, verdes colinas,
piedras que sueñan con siglos de historia.
Torres que emergen cual fuertes divinas,
guardando memorias de antigua gloria.
Y en Compostela, la plaza infinita,
bajo el rumor de los peregrinos,
Patri espera, su sonrisa grita
el gozo antiguo de los caminos.
Abrazo fuerte que el tiempo borronea,
charla que fluye, café y pasado,
Santiago vibra, la piedra pasea
nuestros recuerdos, ya renovado.
Luego, la costa, el rugir de A Coruña,
arena fría, reposo salino.
El mar nos limpia, la espuma acuña
el cansancio dulce del largo camino.
Hércules vigila, faro eterno,
mientras respiramos hondo, serenas,
el viento es bálsamo, fresco y tierno,
curando huellas, borrando penas.
Es este viaje un circuito chulo:
risa de Inma, encuentro querido,
piedras que hablan, arcos que ocultan siglos,
el mar que arrulla nuestro descanso.
Monumentos altivos, rías de ensueño,
y ese vino blanco, néctar dorado…
Galicia guarda, como un pequeño
tesoro vivo, lo que hemos soñado.
Porque no es sólo paisaje y ruina,
ni el sol poniente sobre la ría…
Es el abrazo que nunca termina,
el compartido oro de cada día.