
(Hojas para el tiempo que se fue)
I. Sevilla, tinta inicial
En la primera página, tímido trazo,
juventud brota como azahar en mayo.
Sevilla: sol, guitarra en el regazo,
y un río Guadalquivir, siempre testigo.
Aquí las dudas tejieron su laberinto:
¿Qué carrera abrazar bajo la luna?
Letras o Ciencias… ¡ambas en pregunta!
La pluma titubea, borra el instinto.
Y el amor… primer vuelo, torpe y frágil,
miradas que se cruzan en la calle Sierpes,
suspiros entre apuntes, breves quebrantos
de un corazón que late sin domar su hábil
juego. Tacones prestados, noches largas,
promesas rotas como olas en la playa.
II. Primeros pasos sobre tierra incierta
Luego, la vida laboral asoma:
primer empleo, currículum manchado de café.
Gabinete pequeño, luz menguada,
teléfonos que suenan sin clemencia.
Aprendí a tropezar con gracia ajena,
a firmar papeles con nombre de niño grande,
a guardar el sudor tras la corbata
y soñar, en silencio, con horizontes lejos
de la fotocopiadora y su ritmo cansino.
III. El mapa se desplaza: Sevilla – Úbeda
Y entonces… el cambio. La ciudad que se desprende
de la piel, como un vestido viejo y querido.
Sevilla, rumor de fuentes, se desvanece.
El tren (o el coche cargado hasta el techo)
rumbo a Úbeda, tierra de piedra y olivo,
ciudad quieta bajo un cielo más austero.
La plaza Vázquez de Molina, silenciosa,
recibe mis pasos con recelo antiguo.
Aquí, la sombra es distinta, más profunda,
el aire huele a tierra recién removida
y a historia que pesa como los dinteles.
Nuevos rincones para nuevas elecciones,
bajo la mirada fría de palacios renacentistas.
¿Echaré raíces en esta tierra morena?
¿Hallaré aquí la calma que no tuve,
o será otro capítulo de la misma búsqueda?
IV. Las hojas siguen
El diario calla, lo absorbe todo:
las lágrimas secas junto a un nombre tachado,
los triunfos mínimos (un examen salvado,
un jefe que asintió con leve asombro),
el eco del adiós a la Giralda,
la extrañeza primera ante la luz de Úbeda.
Es testigo mudo, cómplice perpetuo,
del barco frágil de mi juventud
navegando a tientas entre avatares –
los amores que fueron y no fueron,
los caminos tomados y los que quedaron
solo como un suspiro en el margen.
V. Cierre (provisional)
Hoja final… por hoy. La pluma descansa.
El tiempo escrito aquí ya no se altera.
Quedan las huellas, claras o borrosas,
de este viaje interior sin mapa cierto.
Mañana abriré una página en blanco
bajo el sol de Úbeda… o quién sabe dónde.
La vida sigue, el diario la espera.