
Había una vez un pequeño pueblo llamado Emotilandia, donde las emociones eran tan reales como las personas que las sentían. En este lugar, cada habitante tenía un compañero especial llamado «Emotí», una pequeña criatura que representaba sus emociones. Los Emotíes podían ser alegres, tristes, enojados, asustados o incluso confundidos, y cambiaban de color según lo que su dueño estuviera sintiendo.
En Emotilandia vivía una niña llamada Lía, quien tenía un Emotí llamado Cori. Cori era muy especial porque cambiaba de color más rápido que cualquier otro Emotí en el pueblo. Un día, Cori se volvió rojo brillante porque Lía estaba muy enojada. Otro día, se puso azul oscuro porque Lía se sentía triste. Y a veces, Cori se volvía verde claro cuando Lía estaba celosa.
Un día, Lía notó que Cori estaba cambiando de color tan rápido que no podía entender lo que estaba sintiendo. Se sentía confundida y un poco asustada. Fue entonces cuando decidió visitar al sabio del pueblo, el viejo Emotíus, quien conocía todos los secretos de las emociones.
Emotíus vivía en lo alto de una colina, en una casa llena de libros y mapas de colores. Cuando Lía llegó, le explicó su problema. Emotíus la escuchó con atención y luego le dijo:
—Lía, las emociones son como el clima. A veces hay sol, a veces llueve, y otras veces hay tormentas. Pero todas son importantes y necesarias. Lo que debes aprender es a reconocerlas y entender por qué están ahí.
Emotíus le entregó a Lía un pequeño diario y le dijo:
—Cada vez que Cori cambie de color, escribe en este diario lo que estás sintiendo y por qué crees que te sientes así. Luego, piensa en qué puedes hacer para sentirte mejor si es una emoción difícil, o cómo puedes disfrutarla si es una emoción agradable.
Lía siguió el consejo de Emotíus. Cada día, observaba a Cori y escribía en su diario. Descubrió que cuando Cori se ponía rojo, era porque alguien había hecho algo que no le gustaba. En lugar de gritar, aprendió a respirar profundamente y a explicar cómo se sentía. Cuando Cori se ponía azul, era porque extrañaba a alguien o algo. Entonces, Lía decidía hablar con sus amigos o familiares para sentirse mejor.
Con el tiempo, Lía aprendió a entender y manejar sus emociones. Cori ya no cambiaba de color tan rápido, porque Lía sabía cómo calmarlo y cuidarlo. Los habitantes de Emotilandia se dieron cuenta de lo sabia que se había vuelto Lía y comenzaron a pedirle consejos sobre sus propias emociones.
Y así, Lía se convirtió en la guía emocional de Emotilandia, ayudando a todos a entender que las emociones no son buenas ni malas, sino mensajes que nos ayudan a conocernos mejor y a vivir en armonía.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la lección queda: las emociones son como colores, y todos podemos aprender a pintar nuestra vida con ellos de la mejor manera. 🌈
Precioso cuento.Me encanta!.Es grande en valores y grande en sentimientos.
Siiii!!! Pues el primero de una serie. 🦋🥰🌹🥳🦌🐫🐙🐪🐇🦩🦆🧚♂️🌈🤗🦋🥰😘😘