Ensoñación

Caminaba bajo la lluvia, en una noche marcada por la luna plateada, aunque a través de un manto de agua donde apenas se apreciaban las luces de las estrellas. Así iba primero caminando y luego corriendo, Silvia, metiéndose por los soportales de la plaza de Andalucía cruzando por el Real y dirigiéndose a Santa María. Tenía una actuación ese día en la solemne misa de la chiquitilla del Gavellar, la Virgen de Guadalupe. Con la orquesta de Jaén y el coro ubetense. Ella tocaba la flauta travesera, que llevaba en un estuche a la espalda. Se había quedado descolgada del grupo y veía que no llegaba al ensayo. Pero de repente algo se le cruzó por delante, no se lo creía, no se creía que un gamo apareciera por allí, pero es que el gamo llevaba a un ser diminuto en su lomo, que lo instaba a correr, ella era muy fantasiosa, y le gustaban los cuentos y seres mitológicos, pero de ahí a que apareciera un duende a lomos de un gamo, era otra cosa. Algo dentro de ella cambió. Tenía curiosidad y sentía la necesidad de seguirlos. ¿Pero su actuación en la Iglesia de Santa María? ¿Dejaría pasar esa oportunidad de lucirse con su flauta travesera? Pues sí, era mayor su curiosidad. Y se puso a correr tras el duende y el gamo y a gritos les llamaba la atención. El Duende miró hacia atrás y la vio, paró en seco al gamo. Y le preguntó
—¿Qué quieres chica?
—¿Yo? —pues saber como es posible que un duende a lomos de un gamo estén corriendo por la calle y bueno… yo…en fin… yo en realidad tengo que irme… tengo mucha prisa…ya llego tarde a mi actuación… ¿Pero a donde vais vosotros por aquí? ¿Os habéis perdido? La Sierra de Cazorla os pilla un poco retirado de aquí, pero… —decía balbuceando Silvia.
—Sí, allí nos dirigimos, pero nos hemos desviado para conocer esta bonita ciudad Patrimonio de la humanidad. Y para que no nos vea nadie, viajamos a través de la lluvia en una noche de luna. Una luna mágica que hace que los habitantes de Úbeda no nos vean. Pero tu no eres de Úbeda, ¿verdad?
—No, yo soy de Rusia, y vengo a tocar aquí con la orquesta de Jaén y el coro ubetense, en la Iglesia de Santa Maria. Allí debía estar en este momento, actuando y no aquí perdiendo el tiempo, con un duende a lomos de un gamo.
—¡Ah! Pues sigue tu camino y déjanos en paz —dijo el duende
—Pero es que esta situación es demasiado absurda e insólita. ¿Qué hacéis atravesando la ciudad?
—Bueno, la verdad es que esto no está pasando. Es una ensoñación tuya. Acaba de atropellarte un coche, cuando ibas corriendo y ahora mismo vas en una ambulancia camino del hospital San Juan de la Cruz.
—¡Ay, no. No puede ser!
Y despertó

Esto es un guiño a la ciudad donde vivo. Úbeda.

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