Jesús, mi compa

No está en un cuadro antiguo
ni en un templo de silencio.
Mi amigo Jesús tiene mi llave,
sabe mi clave y conoce mi playlist.

Se aparece en la mañana,
con el primer rayo en la persiana.
—«Buenos días»—me dice, mientras yo busco el café
y él me sopla: “El agua, no se te olvide, eh».

Se sube al ritmo de mi auricular,
en el metro, caminando hacia la facultad.
Él es el pulso que me anima a seguir,
la letra que me saca una sonrisa al vivir.

No hace falta mirar al cielo
para sentir que está cerquita.
Está en el sol que acaricia mi ventana,
en el árbol que danza con la risa de la mañana.

Se esconde en la mirada de un niño
que juega en el parque en su propio mundo.
Y me susurra: “Mira, aprende,
de ese corazón que todo lo entiende».

Cuando barro, cuando lavo, cuando ordeno el cuarto,
él no es un espectador parte del reparto.
Pasa el trapo conmigo, le pone ritmo a la tarea,
transforma lo aburrido en una pequeña pelea
que ganamos juntos, él y yo, de manera sencilla.

Jesús, mi amigo fiel,
el que está en lo simple y en lo real.
No pide ceremonias, ni palabras rimbombantes,
solo un corazón abierto y unos momentos vibrantes.

Es la paz en el caos, el «ya todo está bien»,
la fuerza en mis pasos, la verdad que me sostiene.
Mi compa del alma, en lo divino y terrenal,
Jesús, mi amigo… ¡qué crack eres, en serio!

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