La Patita y el Muslo

Ella reposa, quieta y serena,
sobre la tela que la acoge y mima.
El cansancio en sus párpados se aloja,
sueños leves rozan su alma en calma.

A su costado, pequeño y sigiloso,
un mundo de pelaje y ronroneo:
un gatito, esfera de ternura,
observa su contorno, dulce y quieto.

Alza su patita, suave como nube,
curiosa, leve, casi un pensamiento.
Toca, con punta de algodón inquieto,
la curva tibia, el mullido muslo.

Es un contacto breve y luminoso,
como una pregunta hecha en silencio:
«¿Duermes? ¿Sueñas? ¿Sabes que estoy cerca?»,
dice la patita al muslo ajeno.

Él no despierta, sigue su viaje interno,
pero su piel recibe el mensaje tierno:
un punto cálido, un peso minúsculo,
un ancla suave en el mar del sueño.

El gato apoya la cabecita ahora,
junto al muslo que es su colina ahora.
Dos formas de calor que se confunden,
dos respiraciones que el aire juntan.

Un muslo humano, cansado y fuerte;
una patita leve, dueña de su suerte.
Unidas en un gesto de confianza,
la calma que calma, sin más palabra.

Es la paz tejida en un momento:
la humana dormida, el gato atento,
y en ese punto donde piel con pelo
se encuentran… nace un universo diminuto.

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