
Alaric no era un hombre.
Era el último de los Tejedores del Alba, una orden antigua que hilaba el destino de los reinos con puntadas de luz estelar. La aguja no era una herramienta, sino un fragmento del primer hueso del universo, forjado cuando las estrellas aún eran jóvenes y los dioses tejían mundos en telares de nebulosa.
Pero Nyx lo ignoraba.
Hasta que la aguja le habló.
(El Juramento de los Huesos Estelares)
En las catacumbas bajo el castillo, donde los reyes enterraban a las hijas no deseadas, Nyx encontró el Verbo:
Un libro encuadernado en piel de reina, sus páginas escritas con tinta de placenta seca.
Ahí estaba la verdad:
«La aguja no cambia… deshace.
Cada puntada borra un fragmento de la realidad.
Cada hilo es un recuerdo robado.
Y el que cose con ella demasiado…
…se convierte en tela para el próximo tejedor.»
Alaric había usado la aguja para reescribir la historia, borrando rebeliones, cosiendo obediencia en la carne de los reyes. Pero ahora Nyx sostenía su herramienta, y en sus dedos temblaba algo más poderosa que la venganza:
La posibilidad de descoserlo todo.
El Último Tejido de Alaric)
El Maestro la encontró en la Sala de los Espejos Rotos, donde las reflexiones de los antepasados susurraban entre sí.
—Esa aguja no es para manos infantiles —dijo, mostrando por primera vez sus verdaderos ojos: dos agujeros negros donde titilaban constelaciones moribundas.
Nyx sonrió.
Y cortó el aire entre ellos.
La aguja rasgó el tejido de la realidad como un cuchillo en seda. El espacio se desgarró, revelando el andamiaje del mundo:
—Hilos dorados (promesas rotas).
—Hilos rojos (decretos escritos en sangre).
—Hilos negros (los secretos que ni los reyes confiesan).
Alaric gritó cuando Nyx tiró del hilo que lo unía a la existencia.
—¿Sabes qué pasa cuando se desmadeja un tejedor? —preguntó ella, mientras su cuerpo comenzaba a deshilacharse como viejo lino—. Que el telar queda vacío.
Deseando la continuación.
Muchas gracias 😘