
Al amanecer, las campanas doblaron por el rey muerto.
Pero en el bosque, bajo un árbol cuyas raíces bebían de huesos antiguos, Nyx comenzó su primer tejido:
- Con el hilo dorado, cosió el nombre que nunca le dieron.
- Con el hilo rojo, unió las cicatrices de su madre.
- Con el hilo negro, escribió una nueva ley:
«Ninguna hija será intercambiada otra vez.»
La aguja brilló, satisfecha.
Y en el castillo, todas las espadas se derritieron en lágrimas de metal.
—EL LIBRO DE PIEL DE REINA—
El pergamino crujió bajo los dedos de Nyx como un suspiro ahogado. No era papel, ni vitela, sino algo más íntimo: la piel de las que vinieron antes.
Cada reina del linaje había aportado una página.
Algunas con palabras.
Otras con sangre.
Y las más sabias… con cicatrices que se movían.