
Quinta parte.
- El descubrimiento del reloj
El invierno había terminado en el pueblo de Lina, dejando paso a una primavera tímida. Entre las cajas polvorientas del desván, Lina encontró un reloj de bolsillo oxidado dentro de una caja de hojalata con dibujos de golondrinas. Aunque le faltaba una manecilla y su cristal estaba rayado, lo extraño era su ritmo: a veces latía como un corazón, otras se detenían o aceleraba como si recordara algo urgente.
Esa noche, cuando el reloj marcó la medianoche —sin tener manecillas—, Lina fue arrastrada a un sueño vívido. - Retémora: la ciudad detenida
Despertó en Retémora, un lugar donde el tiempo se había detenido: personas congeladas en gestos incompletos, nubes inmóviles y un silencio espeso. Allí conoció a Temis, el último guardián del tiempo, un joven con ojos de reloj de arena y una capa de engranajes.
—El Coleccionista de Momentos robó las manecillas del Gran Reloj —explicó—. Atrapa los mejores recuerdos en frascos para que nunca terminen, pero sin tiempo, nada puede avanzar
Lina, con el reloj de su abuela calentándose en su bolsillo, decidió ayudarle. - El jardín de los momentos congelados
Temis la guio por calles retorcidas hasta un jardín encerrado en urnas de cristal, donde cada flor y risa estaba preservada en su «mejor momento». El Coleccionista, una figura sin rostro con una máscara que decía AHORA, los esperaba.
—Los momentos se desvanecen si no los atrapas —argumentó él, mostrando su libro de frascos con besos, palabras y risas suspendidas.
Pero Lina replicó:
—Guardar no es lo mismo que congelar. Las cosas solo importan si las dejas pasar.
Entonces abrió su reloj, revelando reflejos de su abuela y recuerdos incompletos. - La torre de los suspiros
En la Torre de los Suspiros, el Coleccionista —descubierto como un ser hecho de relojes rotos y arrepentimientos— se resistió al principio. Pero cuando el Reloj Soñador de Lina brilló, liberando los recuerdos atrapados, comprendió su error.
—Tienes miedo —le dijo Lina—. Pero no estás solo.
Con lágrimas, el Coleccionista devolvió las manecillas. - El regreso del tiempo
Al colocarlas en el Gran Reloj, Retémora volvió a la vida: las palabras se convirtieron en canciones, los pasos se completaron y el cielo se tiñó de colores. Temis, sonriendo, se despidió:
—Ahora puedo descansar.
Lina despertó en su cama con el reloj completo en sus manos, marcando la hora exacta. Ya no soñaría, pero una nota apareció en el desván:
«Gracias por hacer que el tiempo valga la pena.»
Epílogo
El reloj guardó su magia, y Lina aprendió que “dejar ir” es la única forma de que los momentos perduren… no en frascos, sino en el corazón.
Fin. 🌙⏳