Mar de Olivos

No es agua lo que inunda el horizonte,
es un oleaje quieto, verde y gris,
un mar de olivos que está tierra mía esconde,
donde en plata quiere huir.

Ondulan lomas cual dorsales lentos
bajo el cuchillo del sol andaluz.
Son olas verdes, viejos monumentos
que guardan siglos de paciencia y luz.

Cada tronco retorcido es un nudo
que aprieta el tiempo, la sequía, el viento.
Cada hoja un brillo, pequeño escudo
contra el estío, el frío, el sufrimiento.

Verde vértigo que al cielo alcanza,
un mosaico sin fin, quieto y profundo.
Silencio sólo roto por la danza
del aire acariciando este mundo.

Y en la quietud, el rumor de la historia:
sangre morena, manos encallecidas,
que arañan tierra para extraer gloria,
oro líquido que da savia a la vida.

¡Oh, mar sin orillas, mar sin espuma,
mar que no moja, pero calma el alma!
Tu inmensidad es una dulce bruma
que sobre la sur derrama su calma.

Bajo la luna, son fantasmales,
sombras que tejen misterios y enigmas.
Raíces hondas, lazos ancestrales,
que unen la tierra a sus eternas viñas.

Mar de Olivos… quietud que navega
en el espacio de la llanura pura.
Tu verde eterno nunca nos entrega
sino promesas de paz y dulzura.

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