Me sostiene la Cruz

En la quietud del alma,
cuando el mundo parece desvanecerse,
allí está ella, erguida y serena,
la Cruz que sostiene mi existir.

No es madera fría, ni hierro olvidado,
es el abrazo eterno de tu amor,
el puente entre mi fragilidad y tu gloria,
la luz que ilumina mi caminar.

En sus brazos extendidos encuentro refugio,
en su verticalidad, la firmeza de tu promesa.
No hay sombra que no disipe,
no hay dolor que no transforme.

Me sostiene la Cruz,
cuando mis fuerzas flaquean,
cuando el peso del camino me doblega,
ella me recuerda que no estoy sola.

Tú, Señor, te entregaste en ella,
y en su silencio habla tu voz:
«Ven, descansa, yo te sostengo,
mi amor es más fuerte que tu cansancio.»

Por eso, hoy me acerco,
con el corazón humilde y agradecido,
y abrazo la Cruz que me abraza,
segura de que en ella encuentro mi paz.

Amén.

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