
Era jueves o martes, no importa, todas las noches eran la misma telaraña.
Mara y yo teníamos un pacto: no enamorarnos jamás de tipos que se creen poetas y que no saben cocinar ni sus miserias.
Nos reíamos fuerte, como si en cada carcajada pudiéramos sacudirnos la angustia del mundo.
Nos pintábamos los ojos con delineador vencido y salíamos a quemar la ciudad con nuestros pasos torcidos.
Vivíamos en una casa tomada en Chacarita. Cuatro mujeres.
Una escribía poemas en servilletas de bares. Otra tenía una hija a la que le cantaba “Te estoy esperando a la salida del sistema” en vez de nanas y la tercera, coleccionaba cartas de rechazo literario como trofeos.
Y yo… yo me tragaba las palabras para escupirlas en noches de vino barato y jazz sucio.
Mara tenía tatuada una línea de Patti Smith en el brazo: «Jesus died for somebody’s sins, but not mine.» Y cuando bailaba… no era solo que flotaba, era que el dolor se le corría del cuerpo, como si por un rato la dejara en paz. Cada movimiento suyo era una tregua, un susurro entre el alma y los huesos. Como si el cuerpo, cansado de tanta guerra, le dijera bajito: “perdoname por todo lo que te hice cargar.”
Teníamos hambre de cosas que no se venden.
Queríamos tiempo sin relojes, sexo con risa, palabras sin filtros, ojos que no juzguen. Leíamos a Bukowski pero sabíamos que él nunca nos hubiera escrito un verso que no oliera a cerveza y culpa. Así que nos escribíamos entre nosotras. Cartas sucias, cartas dulces.
Nos queríamos con la rabia del que ya perdió muchas veces y sigue apostando.
Una noche, Mara desapareció.
Se fue sin decir nada, solo dejó un cuaderno abierto en la mesa con una frase subrayada:
«Hay mujeres que nacen para arder y no para ser vistas mientras arden.»
Nunca la volví a ver.
Pero a veces, cuando camino por calles con grafitis que dicen cosas como “el amor también se cansa” o “somos hijas de la furia y de la flor”, siento que me guiña un ojo desde alguna esquina invisible.
Y bailo, aunque estoy sola, porque nadie nos mira cuando bailamos y en esa invisibilidad, nos hacemos eternas.
Muchísimas gracias Elena por compartir Literatura. Abrazo enorme 🤗
Me a encantado un Precioso relato..Saludos