Oda al Caramelo

Dulce joya de ámbar brillante,
tesoro que en la boca danza,
melodía de azúcar y sueño,
caramelo, mi alma se alcanza.

Eres sol en días de invierno,
consuelo fugaz y travieso,
derramando miel en el tiempo,
como un niño con su beso.

¡Oh, cristal de sabores puros!
—fresa, menta o limón ardiente—,
deshaces penas con tu hechizo,
seductor, tierno, indecente.

Caramelo, en mi lengua mueres,
pero en mi memoria vives:
dulce espía de los sentidos,
que a lo simple, eterno adscribes.

Oda al Caramelo (Versión Tragicómica)

¡Oh, esfera de azúcar traicionera,
que en mi boca te vuelves líquido audaz!
¡Prometes eternidad en mi paladar,
y en tres segundos me dejas sin paz!

Eres como un amor de verano:
dulce, intenso… y ¡zas!, te esfumas.
Me dejas con la lengua pegada al cielo,
y una factura del dentista que asuma.

¿Fresa? ¿Menta? ¡Ja! ¡Puro teatro!
Tu verdadero sabor es «adicción con consecuencias».
Me hipnotizas, caramelo pirata,
y luego saqueas mis pobres excelencias.

¡Pero ay! Aunque sé que me engañas,
aunque me dejes los dientes en crisis,
volveré a caer en tu trampa dorada…
¿Dónde está ese maldito turrón de maní? 😭

Oda al Caramelo (Sarcasmo: Dentista Alarmado)

¡Oh, gran maestro del autoengaño,
pequeña esfera de «sí, solo uno» que nunca es verdad!
¡Qué generoso eres, caramelo hipócrita:
me regalas 5 segundos de placer…
y 5 años de empastes, ¡qué magnanimidad!

Eres el Narciso de los dulces:
«Mírame, soy brillante, irresistible, perfecto»
hasta que te metes en mi boca
y te conviertes en baba pegajosa con remordimiento.

¿Sabores? ¡Farsante?
Tu «fresa» sabe a química infantil,
tu «menta» a pasta de dientes reciclada,
y tu «limón»… ¡ah, sí! A «¿esto era limón o lavandina?».

Y luego está tu juego sucio:
«Cómeme despacio» (mentira, te deshaces en 0,2 segundos).
«Disfruta el momento» (claro, hasta que se te clava en una muela).
«Soy inofensivo» (dice el que financió el yate de mi dentista).

Pero lo peor es tu doble moral:
Te haces el inocente en la tienda…
«Soy solo una golosina, ¡qué daño podría hacer!»
Y al final, ¿Quién termina llorando en el sillón del odontólogo?
¡Exacto! Yo, por idiota, y tú, riéndote desde el basurero.

2 comentarios en “Oda al Caramelo”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *