El espejo de la sonrisa

Mayo 2007

Érase una vez un pueblecito en un valle rodeado de montañas. Un sitio
maravilloso para vivir.

Nuestros protagonistas, eran una familia que venía de la ciudad: el papá, la
mamá, la hija mayor y el hijo menor; El papá se había quedado sin trabajo en la
ciudad, era profesor. Los niños tenían 9 y 6 años. El pueblo estaba muy
contento conque viniera gente nueva y sobre todo niños.

En el pueblecito que se instaló nuestra familia protagonista, había una
tradición, una costumbre: y era, el pasar un espejo durante un cierto tiempo, en
casa de cada familia del pueblo, este espejo era especial, no cualquiera, tenia
la virtud de quien se mirara en él sonreía y estuviera feliz el resto del día y no
ese solo día, sino que le hacía ver la vida desde otro punto de vista más
positivo. Y el tiempo, no era el mismo para todos, pues unos necesitaban más
tiempo que otros para aceptar el regalo que se les hacía y que eran en verdad
efectos del espejo los que les abrían los ojos hacia una comprensión más allá
de lo humanamente perceptible y que hacia de sus habitantes, gentes
peculiares.

El hecho es que un día, aún recién llegados y sin saber la tradición del espejo,
llamaron a la puerta, el papá abrió y se encontró a una señora con un espejo
enmarcado en una madera maciza de color caoba, a estilo antiguo, él
extrañado y confuso no sabía que hacer, si decirle que pasase o preguntarle
directamente por el espejo, pero le pareció de más educación hacerla pasar y
que se explicara. Una vez termino de hablar la señora, se fue, dejando el
espejo, el padre no se creyó ni media palabra, dejó el espejo encima de un
mueble y se olvidó de él.

El padre tenía otras preocupaciones, como el encontrar trabajo de maestro,
que es lo que mejor sabía hacer, había ido allí con la promesa de una casa y
un puesto de trabajo de maestro en el colegio. La casa se la dieron, pero había
pocos niños para llenar una escuela y los pocos niños que había, se iban al
pueblo de al lado, así que se tubo que conformar con cuidarle el terreno a los
que le habían dejado la casa arrendada.

La mamá pasó por delante del espejo, no reconoció el espejo como propio y se
extrañó, lo miro atentamente y en su cara se dibujó una sonrisa, —¡qué raro!
—, Hace un minuto estaba preocupada por que mi marido no encontraba
trabajo y ahora sonrío delante de un espejo que no sé de donde ha salido y
tengo ganas de prepararles una comida especial, será para celebrar que
estamos en un sitio tan bonito y rodeados de naturaleza. Cuando todos
estuvieron comiendo, les pareció delicioso y al terminar la felicitaron y
aplaudieron. —Que rico mamá! —. El marido, también, aunque más distraído y
metido en sus pensamientos.

A la mañana siguiente se preparaban los niños muy temprano para coger el
autobús que los dejaría en el colegio, en el pueblo que estaba a un 12 km.
Entonces la niña mayor, que estaba preocupada por si la aceptarían o no y si
pudiese hacer amigas, se fijó de repente en el espejo de la entrada y se
encontró arreglándose el pelo y al instante sin darse cuenta se le dibujó una
sonrisa en el rostro.

—¡Qué curioso, ya me siento mejor! — Y se fue al colegio tan feliz y
despreocupada por lo que pensaran de ella, que a todos les pareció muy
simpática y segura de sí misma, se les acercaba y conversaban con ella
amenamente, ella se sintió muy a gusto y feliz. Cuando llegó a su casa se lo
contó todo a su madre, el que la habían aceptado muy bien y sus temores
primeros de que la rechazaran, pero ninguna de las dos lo asociaron al espejo,
ni siquiera lo podían sospechar, que algo así le pudiera ocurrir, que se
produjera por efectos del espejo y no de sus propias habilidades.

Por la tarde, estaba el menor de todos jugando por la casa. Corriendo y
saltando y vio el espejo y sintió curiosidad, pero no alcanzaba a él, a sí que se
subió a unas cajas que había por allí, todavía sin desembalar y miró el espejo y
se vio una expresión tan divertida con la cara, que se puso a hacerle muecas al
espejo y ver su propio reflejo: con la lengua fuera, Arqueando las cejas y otras
muecas más, pero por muchas muecas que hiciera, su expresión siempre le
devolvía una sonrisa y el niño se puso a reír abiertamente de nada en especial.

Todos habían visto ya el espejo y habían experimentado que se sentía al
reflejarse a través de él, aunque no lo relacionaran. Todos menos el padre, solo
sabía que había sentido en su hogar un humor y felicidad de la que no se

sentía participe, aunque lo achacaba a que él se sentía demasiado preocupado
por su familia y el trabajo.

La mujer hablando de la mudanza, de cosas que estaba colocando, le preguntó
por el espejo:

—¿Y ese espejo? No me acuerdo que fuese nuestro.

—¡y no lo es!, Me lo trajo una vecina del pueblo y me contó una curiosa
costumbre que tienen aquí.

Cuando terminó de contárselo a su mujer, ésta fue relacionando los
acontecimientos de esos últimos días y mientras se iba acordando, se le iba
dibujando una sonrisa, el marido la miraba y no sabia por qué se sonreía. Ella
lo llevó junto al espejo, y él se miró. Entonces algo le produjo un cosquilleo que
le recorrió de pies a cabeza, sin alcanzar a comprender del todo, pero que le
produjo una insospechada satisfacción interior, que se reflejó en una amplia
sonrisa. —¡Qué curioso! Es como si de repente me sintiera con fuerzas para
afrontar cualquier cosa o sentir que algo bueno ha de venir. Y de repente
llamaron a la puerta. Era el profesor que daba clase en el pueblo vecino.

—Buenas noches, soy el profesor de sus hijos, ¿puedo hablar con usted?

—Si claro pase y siéntese.

-Buenas noches. Me dijeron que el nuevo vecino que se estaba instalando era
profesor y aunque en principio se pensó que eran pocos niños para dos
profesores entre los dos pueblos, creo que seria conveniente hacer dos grupos
por edades, se lo he propuesto a los distintos ayuntamientos y bueno venia ha
ver que le parecía y si estaba dispuesto a aceptar, bueno le dejo para que
hable con su familia, mañana habrá una reunión donde se tratará esto junto a
otras cuestiones.

Al día siguiente cuando él se preparaba para ir a la reunión para fijar los
detalles de su nuevo trabajo, su mujer se disponía también a salir cargando el

espejo, para llevárselo a otros vecinos y que se beneficiaran también de su
magia.

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