
Pasan los años,
tímidos, sigilosos,
como hojas que el viento arrastra
hacia un horizonte desconocido.
La vida, al fin y al cabo,
es un susurro que se desvanece,
un río que fluye sin prisa,
pero sin pausa, hacia el mar del olvido.
Y aunque todo parece repetirse,
nada sigue igual.
El tiempo, astuto y cruel,
se lleva consigo a los mejores,
aquellos que iluminaron nuestros días
con risas, con abrazos, con verdades.
Se van, sí, pero no del todo.
Se transforman en estelas de estrellas,
en destellos que pueblan el cielo nocturno,
guiños eternos que nos recuerdan
que no están lejos,
que habitan en el firmamento
y en el rincón más cálido de nuestras almas.
Allí permanecen,
como luces que nunca se apagan,
como versos de un poema
que el tiempo no podrá borrar.
Muy bonito
Muchas gracias por comentar en este pequeño rincón de mi alma