Poema de Alambre y Polvo

Aquí, donde el camino se olvida
y el polvo es memoria levantada,
el atardecer se desangra lento
sobre los campos de maíz callado.

Una guitarra vieja, en el porche,
sus cuerdas de pena lastimadas,
cuenta historias que el viento recoge,
historias de cosechas quemadas.

Silba el alambre su canción agria,
fría, como el filo de la luna;
un coyote aúlla a la lejanía,
su lamento rasga la laguna.

Olvido huele la tierra mojada,
a sudor, a tabaco, a madera;
y en la cocina, la lámpara parpa
sobre una mesa ya sin cena.

(Una silla vacía se mece,
con el ritmo de un paso perdido;
una sombra en el espejo crece,
el eco de un beso fingido).

La lechera de hojalata, oxidada,
guarda un silencio de luna llena;
el viejo tractor, sombra varada,
sueña con surcos y con siembra.

El viento mueve la veleta loca,
girando en círculos sin destino;
como esta pena que me rebusca
por caminos ya sin camino.

El country suena en la radio rota,
una voz quebrada, desgarrada;
habla de amores que el tiempo azota,
de promesas en tierra pisada.

Y yo aquí, con mi sombra por todo,
viendo caer la última estrella;
solo, con este polvo por lodo,
y esta guitarra que siempre suena…

… esa guitarra que nunca calla
la misma pena, la misma herida:
la soledad de esta tierra añeja,
la larga espera de otra salida
que nunca llega.

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