
Entre luces y cánticos de alegre reunión,
llega la Navidad, y alabo al Señor.
No es el brillo efímero, ni el frío resplandor,
sino el amor de Jesús, eterno y con calor.
Se hace carne, nace niño, se nos acerca en humildad,
para ser nuestro hermano, darnos paz y claridad.
Presencia que nos salva, promesa de eternidad,
puro amor que da la vida con sublime generosidad.
Lucía, entre el belén, escucha la canción
de un ángel que le dice con tierna invitación:
“Ven, pastorcilla humilde, ven, da tu corazón,
que en este Niño pobre está la redención”.
Y ella, con su cayado y un cordero de algodón,
mira al pesebre y siente viva la emoción:
¡Dios se ha hecho hombre y niño en esta santa ocasión,
y en su mirada encuentra luz para el corazón!