
El amor de Dios, profundo y sin igual,
como un río eterno, puro y celestial,
llegó hasta la cruz, con dolor y pasión,
todo por salvar nuestra condición.
Entregó a su Hijo, su luz y su amor,
como ofrenda santa de sublime valor.
Clavaron sus manos, su costado abrieron,
y en su sacrificio, la vida se nos dio
No fue el hierro cruel ni la oscuridad,
lo que lo mantuvo en la cruz con humildad,
fue el amor que ardía, fuerte y verdadero,
como eterno fuego, mensajero y entero.
Hoy resuena el eco de su eterna bondad,
en cada herida hay sublime lealtad.
Por amor sufrió, por amor venció,
y en su entrega eterna, ¡la vida nos dio!
¡Gloria al que por amor la cruz abrazó,
y con su sacrificio, el mundo salvó!
Pues hay desgraciados que no se lo creen. Los tienes al lado.