
La lluvia dibuja grises en el cristal,
un ritmo lento, un suave golpear.
El mundo fuera se desdibuja y para,
y en mi refugio, empiezo a navegar.
Una manta suave, isla en el sofá,
me abriga el cuerpo, me arropa la paz.
Y en el silencio que la lluvia borda,
una canción antigua se deshoja.
Me transporta a un ayer de voces lejanas,
a instantes guardados en dorados marcos.
La melodía, como un viejo vino,
entibia el alma y borra el camino.
Y en este edén que el tiempo ha pausado,
un ronroneo siento a mi lado.
Es Víctor, mi gatito, fiel y pequeño,
hecho de sueños y peludo ensueño.
No se separa, es un calor que crece,
un pequeño sol que nunca fenece.
Con sus patitas, amasa mi regazo,
curando el alma con su dulce embeleso.
Así, la lluvia, el disco y su ternura,
tejen una burbuja de dulzura.
Un universo quieto y sin prisas,
donde el alma se enraíza y se sonríe.
Esta tranquila estancia es un tesoro,
con ecos de música y ronroneos de oro.
El frío fuera ya no importa, nada,
cuando dentro, el calor del hogar es todo.