
No es un mapa trazado con líneas firmes,
sino un sueño que traza su derrotero
en el alma, con rutas más allá del tiempo,
rumbo al norte, al azul de las Rías Altas.
No es un viaje solitario, es un abrazo
que se extiende en la proa de la ilusión:
tus miradas, mi risa, nuestro paso
tejiendo la memoria en comunión.
La amistad es la brújula segura
que señala el confín donde anclar,
y el amor compartido, la ventura
que transforma en hogar cualquier lugar.
Soñamos con cascadas que despliegan
su rumor de cristal sobre la roca gris,
donde el tiempo se olvida y se entrega
al susurro eterno que jamás cesa aquí.
Y soñamos los faros, centinelas
que vigilan la noche con su ojo de luz,
guías fieles entre estrellas,
contando al mar secretos de la cruz
del sur que en sus pupilas brilla entera.
¡Viajamos con ilusión!, cargando
la mochila liviana del asombro,
sintiendo en cada ola el oleaje
que nos llama con voz de sal y sombra.
Cada curva del camino es un regalo,
cada aldea un suspiro de quietud,
cada aroma a marisma un viejo halago
que despierta la antigua morriña en plenitud.
En las Rías Altas, donde el verde besa
la espuma indómita del Cantábrico fiero,
hallaremos el puerto que nos pesa
en el alma de anhelo verdadero.
Donde el cielo se funde en el abismo
y la roca resiste el embate fiel,
hallaremos, amada, el mismo ritmo
del corazón que late bajo la piel del edén.
Porque este viaje soñado, compañera,
no es llegar a un lugar marcado en cartas;
es llevar en la sangre, siempre entera,
la certeza de que juntos somos parte
de este mar, de este viento, de esta roca,
de este sueño que nunca ha de acabar:
Amistad y amor en la boca
del mundo, navegando sin llegar!


