XXIII del poemario Luz serás, para mi hija Noelia

En el lento caminar, amigo
descubrí raíces con que se arraiga
el árbol a la tierra
la eterna noche que vela el sol
pintando tu piel blanca
como molino que gira
desprendiendo del trigo,
la cascara.
Y entre las manos ortigas
que con dolor amasé
hasta convertir la piel
en flexible y dócil junco
y entonces aprendí
la caricia del sol en la mañana
y el valor del amor entretejido a la vida
que como oro brilla,
sin esperas.

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